domingo, 7 de enero de 2018

Quién cuida a papá?

Esa es la pregunta y ¿ ahora quien cuida al viejo?
Se contrataron tres personas, una señora y dos hombres porque no quería dormir solo.
Ya hacía rato que había perdido el interés por el baño y por cambiarse de ropa.
Trataba mal a la gente y se escapaba sin avisar donde iba.
Lo de las fábulas era muy anterior y de eso da cuenta mi hermana cuando le inventaba cosas a sus clientes poniéndola en aprietes. Así tuvo que explicar que nunca le habían extirpado un testículo, que jamás trabajó repartiendo pan en los pueblos, que las casas las habíamos comprado con nuestro esfuerzo y no con su plata.
De lo que nunca supimos que pasó fue con los ahorros de mi abuela, con la quinta y la casa de mi abuelo, con el oro de mamá ni con los terrenos de la ruta.Él que tenía explicación para todo de eso no sabía nada y encima tenia un defensor: su cuñado. Digo tenía porque cuando se dió cuenta de que el viejo le birló dos mil dólares de la cuenta de banco dejó de confiar en él.
Sin embargo mi tía Teresa creía mucho en su hermano menor a tal punto de querer dejarle la casa a su nombre. La convencimos de que era un gasto inútil  ya que teniendo ella 90 años y mi padre 89 para el caso daba igual.
Mi hermana estaba agotada con los cuidadores y el cuidado.
No tuve mas remedio que ir a tomar la decisión de llevarlo a un geriátrico.
El mejor que encontramos, eso es muy cierto. Sin embargo papá no quería ni oír  la palabra geriátrico. Intentamos cambiarle el término por "lugar de descanso"
"estar acompañado" "que te atiendan quienes saben". No había caso, para él la traducción era geriátrico. Y tenía razón por mas que la queríamos pintar de colores era eso mismo. Mi viejo era un tranfuguita pero ningún boludo.
Difícil decidir sobre el destino de alguien, aunque sea tu padre, pero cuando no existen alternativas se toma el toro por las astas. Y de  sus cuernos mi padre podía dar testimonio.
Afecto a los cementerios como era resultó la excusa perfecta para dar una vuelta.
Antes de ofrecí un cafecito a la que le agregué unas cuantas gotas de rivotril para bajarle la ansiedad. Yo tomé algunas mas para bajar la culpa.
Fuimos al cementerio y visitamos la tumba de mama, le llevó flores como a las de todos los parientes. En una escena memorable se agarró al mármol de la lápida mientras con el rabillo del ojo me espiaba. Todo un artista.
Un artista fuerte, porque del rivotril ni noticias. Así que seguimos recorriendo tumbas y escuchando sus anécdotas sobre los que allí fenecen.
Mi ansiedad estaba a fondo, sobre todo sabiendo que en el geriátrico la dueña nos estaba esperando.
Le pregunté si quería dar unas vueltas por el pueblo para ver los nuevos barrios, aunque en realidad era para ver si se relajaba un poco.
Recordé que tenia un alfajor de arroz y le puse media pastilla de rivotril mas.
El viejo goloso como era lo devoró en un segundo.
El pueblo se me estaba haciendo cada vez mas familiar porque lo recorrimos de punta a punta varias veces, siempre con las correspondientes explicaciones de quienes eran los dueños actuales, los antiguos dueños y los constructores de las casas (datos aportados con precisión por mi progenitor).
Paramos en una calle cualquiera con la excusa de ver a un abogado.
El quería acompañarme pero le dije que esperara porque era un trámite corto.
A los quince minutos regresé y el seguía mirando todo a su alrededor.
Nuevamente recorrimos el pueblo hasta que le dije que tenia que ver a un escribano,
Paramos en otra esquina cualquiera y regresé a los diez minutos.
Finalmente estaba dormitando.
Abro la puerta del auto, se reincorpora y dice: "Cómo te fue?"
Apenas arranco me advierte sobre los postes que se estaban cruzando sobre la calle.
Finalmente enfilé al geriátrico.
No hablamos nada, él porque estaba adormecido y yo porque tenía un nudo en la garganta.
Lo ayudaron a bajar, pero caminando, y entró a una supuesta fiesta de cumpleaños con tortas y masas.
Lo volví a ver para el 13 de diciembre, día de su cumpleaños. Porque casualmente el también había nacido como mi vieja un 8  y anotado el 13. La diferencia es que para él, qué ironía, solo valía lo legal.
Murió el 6 de abril de 2017, después de desayunar.
Debo de reconocer que lo lloré, aunque no tanto como el día en que lo abandoné "al mejor de los cuidados".











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